Monday 13 October 2025
Home      All news      Contact us      RSS      English
abc - 3 days ago

Cervantes sin sexo

Se vea o no se vea, la polémica está servida con El cautivo , la nueva película de Amenábar sobre el cautiverio de Cervantes en Argel (1575-1580): todo porque en el centro de la historia se sitúa con fuerza la posible homosexualidad cervantina. Sin entrar en harina, hay que confesar que parece una pobre tarjeta de presentación, ya que ha dividido al público en dos bandos y una parte ha decidido pasar olímpicamente: sí, puede ser una opción triste porque hay que conocer para opinar con criterio, pero es igualmente una mala estrategia publicitaria, ya que el filme tiene más tanto para bien como para mal, según los gustos. Y también es mucho más el padre (o padrastro) del Quijote, que tal vez no hace falta sexualizar (ni queerificar ): de hecho, yo me quedo con un Cervantes sin sexo por al menos tres razones. Cervantes sin sexo, primero, porque se trata de una teoría tan tardía como pasada de moda (y de rosca), por lo que se le puede restar novedad a la propuesta amenaberesca, por mucho que pueda –y pretenda– epatar: la idea del Cervantes gay procede de 1980 y tiene origen francés, pero gana fuerza con Rossi, Arrabal, Goytisolo y otros hasta los primeros 2000, para desaparecer por su propio peso hasta esta nueva resurrección. Es claro que Amenábar, como todo artista, tiene legitimidad para contar lo que quiera y como quiera, porque una cosa es la historia y otra la poesía, según se recuerda últimamente a la manera cervantina (y aristotélica) en este debate peliculero. Ahora, hay un pero importante: una cosa es diseñar una versión posible de los hechos y quizás incluso dejarlo bien clarito (tal vez con una etiqueta del tipo «basado en la vida de»), mientras que una muy distinta es presumir de contar la «mejor historia de Cervantes: la suya». Que es ficción, claro, pero ¿seguro que todos lo ven así, o alguno se quedará con la copla de que es verdad, toda la verdad y nada más de la verdad? Como ya se ha recordado en esta misma sede, los argumentos a favor y en contra de la homosexualidad cervantina tienen muy distinto peso: por un lado, todo se remonta a una hipotética relación particular con su maestro López de Hoyos a partir de una referencia tan inocente como retórica («mi caro y amado discípulo») y explota con la búsqueda de razones para la sorprendente –esta sí que sí– salvación de Cervantes de la pena de muerte tras sus cuatro intentos de fuga de la prisión argelina, que lleva directamente a imaginar un amorío con el rey Hasán Bajá, luego redondeado con las frecuentes separaciones con su mujer Catalina de Salazar como signo de matrimonio mal avenido. Por el otro, las razones se multiplican: de inicio, Cervantes lleva consigo sendas cartas de recomendación de figuras de relumbrón (el duque de Sessa y don Juan de Austria) por las que se le pone un precio de rescate muy elevado (500 escudos). Así, se convierte en un cautivo que vale –nunca mejor dicho– su peso en asimismo, la lujuria atribuida entonces a los turcos se refería a las relaciones con jóvenes ( garzones o efebos, al modo grecolatino), mientras que la sodomía se castigaba con la muerte según la sharía, como apuntaba hace poco Alberto Montaner, quien me sopla que en la ecuación también entra el aprecio turco por el valor tem en este sentido, Cervantes en Argel se mueve en 28-33 años, que no era un mozalbete para la época, y además era conocido como el estropeado (según el testimonio vecino de la Topografía e historia general de Argel de Haedo), por lo que –con perdón– no parece el candidato más apetecible para ningún deseo y, además, en el peor –o mejor– de los casos, Cervantes sería bisexual, porque se sabe que tuvo una hija ilegítima pero reconocida (Isabel) y las cosas con su esposa no pintan tan mal, cuando ella en su testimonio confiesa «el mucho amor y buena compañía que ambos hemos tenido». En el corazón del sí es o no es está el texto de la Información de Argel (1580), el documento que Cervantes prepara a su salida del encierro compuesto por 25 preguntas (concebidas por el propio escritor) y otras tantas respuestas de 12 testigos, que no es un texto sorprendente y único, sino habitual en todo cautivo a su regreso a casa, donde se configura un retrato polifónico de un Cervantes buen cristiano y mejor soldado, que se tiene que defender de ciertas acusaciones sobre «cosas viciosas y feas» que le lanza el dominico Juan Blanco de Paz y que podían referirse al pecado de sodomía tanto como a otras deshonestidades (contactos con renegados o con mujeres musulmanas). Un prevenir antes de tener que curar, vamos. En todo caso, la homosexualidad es una hipótesis que no se puede elevar –en un salto mortal de los peligrosos– a categoría de verdad. De hecho, a la pregunta que se repite por todas partes (¿qué pasaría si Cervantes fuera homosexual?) se le puede dar la vuelta: ¿y qué si no lo fuera? Con la misma respuesta: nada, en los dos casos, porque no hace falta dar vueltas sobre el sexo de Cervantes para tratar de acercarse al hombre. Al margen de intereses reivindicativos desde el presente, no importa: es como el sexo de los ángeles, que preocupaba a algunos teólogos desocupados y poco más. Pero, puestos a jugar, se puede hacer como Pierre Bayard y preguntarse «¿Y si las obras cambiaran de autor?» ( Et si les œuvres changeaient d auteur? , 2010): si Cervantes fuera gay, seguramente habría tenido una vida peor (de la que no hay pruebas, ya tuvo otros problemas) y se podría tratar de ver guiños secretos en su obra (que no parece haber), pero poco más. Cervantes sin sexo también porque el planteamiento de El cautivo es, de hecho, más interesante tanto por adiciones como por el aprovechamiento de otras piezas de la vida y obra cervantinas: el romance Cervantes-Hasán tiene su dosis de fuerza (o abuso), pero igualmente de admiración literaria , ya que el diseño es un remedo de las Mil y una noches , con Cervantes como un nuevo Sherezade que intercambia historias a cambio de días de libertad para moverse por Argel y solo logra que su captor acepte su rescate cuando pide marcharse porque quiere que lo lean también se hace que Cervantes pruebe otros relatos con sus camaradas y, en otro orden de cosas, la reconstrucción vital se entrecruza –de forma algo confusa– con la novelita del capitán cautivo y se añaden guiños a Don Quijote y Sancho Panza… todo inventado, pero fuera quedan otras teselas bien documentadas: la cesión del dinero para su rescate en la liberación de su hermano Rodrigo, la escritura de la Epístola a Mateo Vázquez y otros textos, la vida teatral de los baños, más intentos de fuga… Pero no es Cervantes: es Amenábar, como decía hace poco Jordi Gracia. Bien está, pero basta saberlo. Y, por fin, me quedo con Cervantes sin sexo porque lo que importa no son los gustos sexuales posibles o imaginarios de un escritor del Siglo de Oro, sino el perfil que se puede reconstruir con los papeles de su tiempo y, especialmente, su obra. Ojalá El cautivo lleve, pues, a leer a Cervantes, a leer el Quijote, las Novelas ejemplares , sus entremeses, lo que sea. Y que a cada uno le quiten lo bailado (y lo leído).


Latest News
Hashtags:   

Cervantes

 | 

Sources