Thursday 30 October 2025
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abc - 2 days ago

Pide ayuda a Cáritas a punto de dar a luz porque el dueño de la casa donde vivía «no permite bebés»

A Laura Vargas, de 19 años, le cambió la vida el pasado mes de julio. Fue cuando le comunicaron que se había quedado embarazada. Vivía en Quindío (Colombia), donde estudiaba para ser auxiliar de Enfermería , y llevaba casi dos años saliendo con su novio, pero este se desentendió al momento del embarazo y le dijo que abortara. Ella, tras pedir consejo a su mamá, decidió seguir adelante y el pasado julio se trasladó a Burgos, donde su progenitora residía desde hace un tiempo. Una vez allí, buscó con su mamá una habitación para vivir de alquiler, pero cuando fue a firmar el contrato, por seis meses, se llevó la desagradable sorpresa de que tendría que abandonar el piso cuando diera a luz al bebé. «Me dijo el casero que no aceptaba niños», recuerda. Pese a que su mamá intento convencer al dueño del piso y a que contaban con el respaldo del resto de inquilinos: «Se lo explicó y le contestaron que por ellos no había ningún problema», el arrendador no dio su brazo a torcer y Laura Vargas, que está a punto ya de dar a luz, se vio obligada con 38 semanas de gestación a buscar un sitio donde quedarse. Desde el pasado miércoles reside en uno de los pisos tutelados y específicamente reservados para mujeres gestantes o con hijos menores y graves dificultades sociales. Estas casas forman parte de un programa de la entidad de la Iglesia conocida como Ain Karem , destinado a «mujeres embarazadas o madres con hijos menores que por su situación personal, social y económica, tienen serias dificultades para llevar a término su embarazo o sacar adelante a sus hijos», explican desde la entidad. Fue bautizado así en honor de la ciudad de Israel donde cuenta la Biblia que se produjo el encuentro entre la Virgen María y su prima Isabel, embarazada. Todavía se está acomodando, pero se encuentra «ilusionada» y a la vez con «mucho miedo» por su futuro y el de su niña. Sale de cuentas a principios de noviembre y lo que más la duele es que «cuando nazca la niña no voy a poder visitar a mi mamá en su casa porque no me dejan entrar con el bebé». Quería haber buscado otra habitación con ella pero el tiempo se les ha echado encima y como todavía quedaban algunos meses de contrato, su mamá continuará por el momento en la misma casa, aunque a Laura le hubiera gustado tenerla a su lado, al menos estos primeros meses. Fue una ex jefa de su madre y una trabajadora social quienes le hablaron del programa de Cáritas. Desde el miércoles de la pasada semana se encuentra en su nuevo alojamiento donde ya tiene preparados «cunita, pañalera, bañera... todo lo necesario». No tiene más que palabras de agradecimiento para los encargados de sacar adelante la iniciativa. Se siente protegida. «Me ayudan con la compra de medicinas, si tengo que acudir al mercado...». Comparte el piso, de tres habitaciones, con otra mujer embarazada «que va a tener un niño en enero». Ella, ya tiene ganas de ver la carita de Alaia, que es como va a llamar a la pequeña. Es consciente de las dificultades que le esperan, pero está «ilusionada» porque «siempre me han gustado muchos los niños . Tener a una mini yo va a ser muy lindo«. Cuando la pequeña crezca un poco su idea es terminar los estudios de auxiliar de Enfermería, que estaba haciendo en Colombia, y buscar trabajo. Hace unos días en esta misma ciudad, el coordinador del Programa Sin Hogar de Cáritas, David Polo, demandaba a los políticos «una actuación adecuada y decidida» para dar solución al «problema de la vivienda» : «Es prioritario tener una vivienda social en alquiler porque no se puede permitir que el acceso a una vivienda incluso protegida se convierta en una competición entre los últimos y los penúltimos». Ponía el ejemplo de Desi, que de los 480 euros que cobra de pensión, dedica 230 a pagar el alquiler de la habitación donde «subsiste», y eso que su arrendatario «es conocido, si no, los alquileres suben a 400 euros o más». «No es una casa y apenas tienes intimidad, pero al menos no estoy en la calle», explica con resignación. Si fuera ministro de Vivienda pediría a los propietarios que no pongan «tantas pegas» a la hora de alquilar, y pondría facilidades «para poder echar a los inquilinos si se portan mal», y «más promoción de casas sociales», para que, «como se hace con algunos colectivos concretos, pudiera servir para muchos más», señalaba en rueda de prensa. Como Desi, otras 1.211 personas han sido atendidas por Cáritas en Burgos, Aranda y Miranda en sus programas de Personas Sin Hogar y Acceso a la Vivienda sólo en lo que va de año. Y es que la situación de sinhogarismo crece cada año, aumentando significativamente el número de mujeres (8,84%) y jóvenes menores de 36 años (el 34,10%). Unas cifras a las que habría que sumar las que maneja la Fundación Lesmes, que ha atendido en lo que va de año a 52 personas, teniendo su centro casi al 100% de ocupación, informa en un comunicado la Archidiócesis de Burgos.


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