Friday 17 October 2025
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abc - 3 days ago

Luis Ángel de la Viuda, maestro del periodismo

Resulta muy difícil escribir el obituario de un amigo. Luis Ángel de la Viuda era amigo y, sobre todo, maestro. Era la historia viva del periodismo español desde mediados de la década de los 50 cuando empezó a trabajar en La Voz de Castilla en Burgos. En alguna ocasión, me enseñó el carné para el ejercicio del oficio que entonces expedía la Secretaría General del Movimiento. Luis Ángel nació periodista y murió como tal. Nunca fue otra cosa. Vino al mundo en Burgos en 1932 en una casa de la calle Sanz Pastor. Allí estudió y creció. Y de la capital castellana eran su mujer María Jesús y sus hijas. Como su familia carecía de recursos, Luis Ángel trabajó para costearse la carrera de Derecho y luego los estudios de Periodismo. Dio el salto a Madrid en los años 60 tras empezar a colaborar en distintas revistas. Alejandro Royo le fichó para el semanario SP, que dirigió más tarde. De la Viuda fue jefe de informativos de Radio Nacional y posteriormente Adolfo Suárez, tras ser designado director general de RTVE a comienzos de los 70, le nombró director de programas. Fue en ese período cuando se convirtió en asesor, hombre de confianza y amigo de Adolfo Suárez. De la Viuda estaba en casa de Suárez en julio de 1976 cuando el Rey le encargó formar gobierno. El periodista burgalés esperaba un cargo en el nuevo Gabinete, pero Suárez le dejó de lado. Fue una ruptura que luego acabó en reconciliación porque De la Viuda era un hombre generoso y sin rencores. Era muy instructivo escucharle contar anécdotas de su etapa en TVE . Una de sus favoritas era que en una ocasión le llamó el ministro de Información y Turismo para ordenar que no se mencionara la devaluación de la peseta en los telediarios. De la Viuda transmitió la orden, que fue seguida hasta que el hombre del tiempo comenzó su información con la noticia de que la peseta se había devaluado. Siempre decía que la censura franquista era nefasta para el periodismo, pero que ofrecía la ventaja de que todos conocían sus límites y sus flaquezas. Creía que la Transición fue la edad de oro de la prensa, mientras que era muy crítico con la influencia del poder político y económico en la actualidad. De la Viuda fue nombrado director de Pueblo en 1975 . Era un periódico de los sindicatos verticales del franquismo que se abrió a los nuevos tiempos. Apostó de forma inequívoca por la democracia, la división de poderes y las reformas de Suárez. En 1982, la Editorial Católica lanzó Radio 80 con Luis Ángel de la Viuda como alma mater y director. Dos años después, fue absorbida por Antena 3 de Radio, que más tarde se convertiría en Antena 3 . El proyecto contó con el impulso de Martín Ferrand y del periodista de Burgos con incorporaciones de profesionales como Antonio Herrero, Luis Herrero, Jiménez Losantos y Miguel Ángel García Juez. De la Viuda abandonó Antena 3 tras ser adquirida por Antonio Asensio. Empezó a colaborar en medios como ABC y Diario 16 y también fue profesor de radio y televisión en el CEU. José Luis Garci , amigo y colaborador desde los tiempos de SP, recuerda que se reunían semanalmente en La Campana, un local de la glorieta de Bilbao. Allí estaban también Carmelo Bernaola, Luis Sáez y Giménez Rico, los tres ya fallecidos. De la Viuda era la memoria de su ciudad natal , en la que mantuvo el piso familiar y a la que viajaba hasta que se lo impidió su enfermedad. Conocía al dedillo la historia de los bares y los comercios de Burgos. Galardonado con premios y condecoraciones, su distinción favorita era ser cofrade de la asociación de la morcilla de Burgos. Fue un periodista que formó a una nueva generación de profesionales y que siempre supo adaptarse a los cambios tecnológicos y al contexto político. Sus análisis brillaban por su sagacidad y su clarividencia. Y sus consejos certeros nos sirvieron a muchos para orientarnos en las encrucijadas. Le echaremos mucho de menos en las comidas de periodistas burgaleses, que comenzaron en 1986 por iniciativa suya. A la primera asistimos tres personas: él, Vidal Maté y yo. Desde entonces, esas comidas se han convertido en un rito al que se han sumado decenas de compañeros y amigos. Nada será igual sin él.


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