Sunday 19 October 2025
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eldiario - 12 hours ago

Sé sabia, Leucónoe

Nos estamos jugando más de lo que parece, y pueden tener la seguridad de que las grandes corporaciones de Internet sueñan con sustituir también a las bibliotecas, porque controlar lo que se suele entender por noticias no es tan definitivo como controlar la cultura universal Hace unos d as, leyendo comentarios de lectores en una columna que bien podr a ser esta, me tropec con una muestra relativamente representativa de una forma de alucinaci n o manipulaci n creativa, seg n se entienda muy espec fica: la de tomar un texto, ver lo que no est en ninguna parte, reaccionar a lo que no plantea o insin a siquiera y, en consecuencia, desestimar su contenido real. En general, no hay mucho que decir al re quien as act a, suele estar cerca de eso tan castizo de ante la duda, mi dedo te saluda y, si se extiende en consideraciones, no es porque ande mal de la vista o viva en otro universo, sino por hacer ruido en beneficio de su ideolog a, sus intereses, en fin. Sin embargo, todo tiene su excepci n y, como hay unas cuantas afirmaciones de autores cl sicos relacionadas con el tema y alguna incluye la excepci n, me dio por tirar de ese hilo con el prop sito de elegir entre ellas y recomendar un par de obras aqu . Al cabo de un rato, la intenci n ya coqueteaba con el camino del infierno del famoso refr n, que Francisco de Sales atribuy a Bernard de Clairvaux y, en lugar de atenerme al objetivo, lo dej a un lado y termine releyendo Celos con celos se curan (Tirso de Molina), leyendo por primera vez y para mi verg enza La viuda valenciana (Lope de Vega) y aumentando mis p ginas de textos por localizar, entre los que estaba Nuevos poemas atribuidos a G ngora, la antolog a que reuni Antonio Carreira en 1994. La raz n que tiene S neca en sus Cartas a Lucilio al decir que la vida de peregrinaje trae aparejada muchos anfitriones y ning n amigo es raz n sobre quien cata muchas obras sin profundizar en n es decir, no est diciendo que no debamos pasar por todas las habitaciones que aparezcan ante nosotros, sino atacando la dispersi n intelectual. Y si a ustedes les gustan tanto esas habitaciones como a m , comprender n que olvidara definitivamente lo de los comentaristas creativos cuando me empe en echar un vistazo a los Nuevos poemas y descubr que no iba a ser tan f cil. Carpe diem, inst Horacio a Leuc noe en sus Odas, y la inst bien. Vale para resituar la existencia en presencia de una amante con nombre de hija de Neptuno y Temisto o, en situaciones m s prosaicas, meterse a saco con la b squeda de un libro, si eso es lo que el presente exige (lean el poema entero del poeta de Venosa, por cierto. Si no, no aprovechar n ni el s sabia y filtra el vino anterior a la citad sima m xima). Lamentablemente, lo nico que yo ten a entonces sobre los Nuevos poemas era un pie de p gina de un magn fico art culo del propio Carreira (Quevedo y su elogio de la lectura, publicado en La Perinola, 1997); y en ese pie, se lee esto: a los se ores de t tulo que hicieron librer as, a exemplo de D. Bernardino de Velasco i Tovar, Condestable de Castilla . Gran frase, si lo piensan detenid se ores de t tulo fundando librer as, no inmobil frase en todo caso suficiente para llevarla a un buscador con la esperanza de que diera resultados y, por lo que pas despu s, tambi n suficiente para vivir otro momento de hilaridad a cuenta de un cachivache que ahora ponen hasta en la sopa, la IA. Seg n ese inquisidor disfrazado de amigo que facilita tareas, lo que este caprichoso estaba buscando con G ngora y la frase en cuesti n era, atentos al pajarito, se ores de t tulo que hicieron librer as G ngora . Es lo que pasa cuando intentas sustituir un localizador de frases y palabras concretas por un respondedor de preguntas que nadie ha for especialmente, si el respondedor es de sota, caballo y rey. A principios de octubre, intentando encontrar un soneto de William Shakespeare que incluye el metaf rico sello amoroso de cierta dama (result ser el 11, Tan raudo como mermes), me hab a saltado con los sellos de correo dedicados al ingl s y, por supuesto, sin soneto alguno. Pero, donde a n no est n las intromisiones de la IA, en la maquinaria que sigue funcionando sin excesivos tropiezos, no hab a nada que me acercara a los poemas atribuidos al gran rival de Francisco de Quevedo, as que abandon la b squeda por dichos medios y me fui al cat logo de la Biblioteca Nacional. Llegados a este punto, conviene recordar que el buscador m s conocido en la actualidad no es ni mucho menos el nico que de hecho, tampoco ser a el mejor si la gente no insistiera en alimentarlo, despreciando el resto. Por mi parte, llegu a l a rega adientes, tras haber probado en los que suelo utilizar y, sobre todo, en sitios como la imprescindible Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, palacio obligado en Internet para los apasionados de la literatura. A mediados de la d cada de 1990, Noam Chomsky afirm que, si no apoy bamos los medios independientes y nos acostumbr bamos a usar la Red con cierto criterio, esta acabar a en manos de las grandes corporaciones privadas, como as ha y, por el esp ritu feudal del nuevo capitalismo, ha terminado en manos de monopolios de facto. Nos estamos jugando mucho m s de lo que parece, y pueden tener la seguridad de que esas corporaciones sue an con sustituir tambi n a las bibliotecas, porque controlar lo que se suele entender por noticias no es tan definitivo como controlar el acceso a la cultura universal. En otra ocasi n, les contar qu fue de la b squeda de los poemas de Luis de G ngora y qu obras localic no es verdad que olvidara totalmente el asunto sobre los lectores que ven cosas que no est n, por el motivo que sea. El envidioso tiempo de Horacio huye mientras hablamos, y no me gustar a que se escape hoy sin citar lo que est detr s de Quevedo y su elogio de la lectura, el impresionante resumen que hace nuestro ilustre escritor de lo que implica leer a los cl sicos cuando se leen realmente y no se padece de libropes a , dolencia de la que se burla en El Parnaso espa ol: Retirado en la paz de estos desiertos,/ con pocos, pero doctos libros juntos,/ vivo en conversaci n con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos . Ah es nada.


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