Sunday 19 October 2025
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abc - 2 days ago

Good boy , la película en la que el perro ya no es el mejor amigo del hombre, sino de lo paranormal

El universo simbólico del cine de terror rara vez le ha concedido al mejor amigo del hombre algo más que un rol secundario: avisar a los humanos de la presencia sobrenatural. Good Boy (Filmin) ópera prima de Ben Leonberg, dinamita esta convención y, de paso, redefine la perspectiva narrativa en el género. Su premisa es audaz y simple: una historia de casa embrujada contada exclusivamente desde el punto de vista de un perro. La idea central de Good Boy nació en 2012, mientras el cineasta veía por enésima vez Poltergeist . «Esa película empieza con el perro de la familia recorriendo la casa, consciente del fenómeno sobrenatural antes que los humanos», recuerda Leonberg. «Y pensé: alguien debería hacer una película de casa embrujada contada completamente desde el punto de vista del perro». El director, confeso obsesivo de la creatividad, anotó la idea en su diario. «Llevo siempre una libreta o anoto en mi teléfono. Si no lo escribo, la idea se pierde», confiesa. Aquella nota se transformó, con el tiempo y con la colaboración del coguionista Alex Cannon, en la premisa del filme: la historia de Todd y su perro Indy, quienes se mudan a una cabaña aislada donde solo la mascota percibe una presencia siniestra. El protagonista, Indy, es en realidad la mascota de Ben Leonberg, un hecho que resultó ser una gran ventaja. «Pude filmar desde su perspectiva y, al mismo tiempo, ser yo el cuerpo del personaje humano [Todd]. Las escenas de afecto son reales: soy yo, y él realmente me quiere», admite. Sin embargo, filmar con un perro implicó un proceso lento y paciente. «Solo estábamos mi esposa y yo en el set, para mantenerlo tranquilo. Rodamos durante más de 400 días a lo largo de tres años. Conseguíamos en promedio ocho segundos útiles por día«, revela. El «truco de actuación» estaba en el detalle: «A veces le hacíamos sonidos raros, como quack, quack, quack , y él inclinaba la cabeza. Luego, con música y montaje, parecía que detectaba algo sobrenatural. En realidad, solo estaba jugando con nosotros». Desde el principio, el objetivo fue jugar con las convenciones del cine de terror. «Las películas de casas embrujadas suelen mostrar al perro como el primero en advertir que algo va mal», explica. «Pero queríamos darle la vuelta: ¿qué pasa si toda la historia se cuenta exclusivamente desde su mirada?». Cannon propuso un giro clave que dota al relato de una profunda ambigüedad: el filme empieza como un relato sobrenatural, pero poco a poco sugiere que los hechos podrían no ser paranormales, sino «muy reales». Esa tensión se conecta con la travesía emocional de Indy, cuya misión es proteger a su amo ante fuerzas que no comprende del todo. «Es una historia sobre la lealtad y el sacrificio, sobre lo que significa seguir luchando incluso cuando no entiendes contra qué», afirma el director. Para mantener la autenticidad de la perspectiva canina, el equipo se impuso una serie de reglas estrictas inspiradas en Jack London, autor de Colmillo Blanco y La llamada de lo salvaje . «London decía que sus perros protagonistas no podían tener pensamiento abstracto ni monólogos in solo podían guiarse por los sentidos y la razón básica», cuenta. En la parte visual, Leonberg -que también asumió la dirección de fotografía- se comprometió a que cada toma debía mostrar a Indy o ser desde su punto de vista. Esta restricción, dice, fue tanto un reto como una herramienta narrativa: «El público   solo sabe lo que Indy ve. Esa limitación genera una tensión y un misterio únicos». El director, también editor del filme, confiesa que muchas de las «actuaciones» de Indy se construyeron en la edición. «Usamos el efecto Kuleshov para manipular la percepción del espectador», explica. «Un ligero movimiento de cabeza, un paso atrás... y, con el montaje, parece que Indy tiene miedo, y con ello, el espectador debería sentir también miedo». La banda sonora y el diseño de sonido, a cargo de Brian Goodhart y Kelly Oosman, cumplieron un papel fundamental: «El público no debería notarlo conscientemente, pero lo siente», comenta. Es a través de pistas auditivas y la manipulación de la imagen que se amplifican los sentidos «casi sobrenaturales» del perro. Con apenas 72 minutos de metraje, Good Boy es una película breve pero contundente. Leonberg explica que esa concisión responde a la premisa. «Sabíamos que el truco de tener solo a Indy como punto de vista tenía un límite natural. Un personaje que no puede hablar acorta inevitablemente el tiempo narrativo». Esto obligó al equipo a una economía expresiva radical». eliminando cualquier elemento redundante y contando la historia solo a través de lo que Indy ve, oye o huele. Sin embargo, esta limitación se compensa con la empatía inmediata que generan los perros. «La mayoría de las películas necesitan diez minutos para que el público empiece a encariñarse con el protagonista. Nosotros solo tuvimos que encender la cámara. El primer plano es Indy durmiendo en el sofá y la gente ya reacciona con un aww ». Esa sería la clave que atraviesa a la película: aunque Good Boy tiene elementos de horror, su corazón es la conexión emocional. «No necesitas exagerar el drama cuando trabajas con un perro» , asegura Leonberg. «El público empatiza de inmediato con los an sienten con ellos, a veces más que con los humanos». Para el director, el núcleo de la historia es el amor incondicional: «El perro ama profundamente a su dueño y haría cualquier cosa por salvarlo». Esta visión conecta con su reflexión sobre por qué el cine siempre ha girado en torno a los animales: «Nos vemos reflejados en ellos, pero los perros encarnan una pureza moral que los humanos no pueden igualar . Incluso la mejor persona tiene capacidad de un perro no. Si hay un perro malo, es porque alguien lo hizo así». Tras su paso por festivales como el SXSW, la película ha sido comparada con clásicos como El resplandor y ha generado bromas en redes sociales sobre un posible Oscar para Indy. «Me encanta leer eso, porque significa que la gente realmente cree que está actuando», dice sonriendo. «Lograr esa ilusión fue el mayor desafío». Más allá de premios, lo que más conmueve a Leonberg es la reacción del público después de cada proyección: «La mayoría de las personas quieren hablar de sus propios perros. Me cuentan cosas que han notado en ellos, o cómo la película les hizo pensar en su mascota. Es una historia universal sobre el amor, la lealtad y la vulnerabilidad que compartimos con los animales».


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