Friday 31 October 2025
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abc - 2 days ago

Los idiotas del horror

Para un griego clásico como Aristóteles el hombre es un animal político (social) por naturaleza, de manera que únicamente puede realizarse como ser humano en y por la polis. El ciudadano es libre porque lo es la ciudad-estado, cuyo autogobierno está asegurado por la democracia. Quien se apartaba de la política era un idiota, palabra ésta, idiotés (de idios , de uno mismo, privado, particular ) que en la Grecia de Pericles no tenía ninguna relación con la inteligencia o la falta de ella. En su discurso fúnebre, el estadista ateniense habla de aquellos individuos, los idiotas, que se zafan de sus obligaciones ciudadanas y se ocupan sólo de sus intereses privados, manteniéndose al margen de la vida pública y el bien común. Estos hombres egocéntricos e indiferentes a las necesidades de la ciudad resultaban completamente inútiles y merecían ser expulsados de la sociedad como perros sarnosos. El individualismo moderno nos sitúa en las antípodas de la Grecia clásica, por lo que podemos decir que nunca han existido tantos idiotas como en nuestro tiempo . Con frecuencia esta forma de idiotismo en las sociedades de masas contemporáneas está mezclada con la otra acepción de la palabra. Y aquí hay que citar a Borges, que decía que solemos darle mucha importancia a la maldad, pero muy poca a la estupidez. El escritor argentino admiraba a ese gran pesimista que era Schopenhauer, para el cual la maldad, que a menudo tiene motivaciones claras, quizás pueda c la estupidez, en cambio, es incurable, pues resulta tan universal como imposible de erradicar. Pero queremos centrarnos en esa clase de idiotas que acaban convirtiéndose en una grave amenaza para los demás, ya que en ellos suele estar asociada, en una de las combinaciones más dañinas que puedan imaginarse, la maldad con la estupidez : como cantaba Franco Battiato en Bandiera bianca , «en esta época de locos, sólo nos faltaban los idiotas del horror». Entre ellos podrían citarse cientos, miles de tiranos y fanáticos religiosos que han sembrado la tierra de desgracia y destrucción, pero aquí únicamente nos acordaremos de dos de los más poderosos y, por consiguiente, peligrosos de la escena política actual: Trump y Netanyahu (dejaremos a Putin y a Xi Jinping para otra ocasión). Una característica común a estos idiotas del horror es su capacidad para amedrentar a los ciudadanos con continuas demostraciones de fuerza y violencia institucionalizada . El histrión narcisista, mentiroso compulsivo y delincuente convicto que actualmente ocupa la Casa Blanca, Donald Trump, ha multiplicado el patrimonio del imperio familiar en los meses que lleva en el gobierno, desde el negocio inmobiliario al de las criptomonedas, y seguro que se está relamiendo al pensar en el suculento bocado que le va a sacar al genocidio de Gaza con la reconstrucción de la Franja destruida por su amigo israelí. El neoyorkino podría pasar por un perfecto idiota en el sentido clásico, pues si hay algo que le trae sin cuidado es el bien general. La particular manera de hacer política del presidente estadounidense, mezclando las bufonadas con los insultos y las amenazas, confunde la diplomacia con los negocios y «la defensa de la libertad» con la venta de drones , aviones de combate y misiles inteligentes a sus vasallos europeos, a los que exige total sumisión. Una sumisión como la que espera de su Tribunal Supremo, gracias a la cual el gobierno y las fuerzas armadas estadounidenses están desmantelando las estructuras democráticas de su país en una clara deriva hacia el autoritarismo, y todo ello ante la pasividad de buena parte de sus compatriotas. A diferencia de los ciudadanos atenienses, «en el paradigma de Trump –escribe en un lúcido artículo Timothy Snyder‒, todo esto es un reality show y nosotros no somos más que meros extras sin importancia, sin diálogo, siempre en segundo plano». Su compinche judío, Benjamín Netanyahu, uno de los grandes idiotas del horror de nuestro tiempo, apoyándose en una pandilla de radicales tan idiotas como él ha convertido la masacre y el genocidio del pueblo gazatí en su principal activo político y personal. Su idiotismo criminal ha encontrado una fórmula eficaz para desviar la atención de las graves acusaciones de corrupción que pesan sobre él en su país, por lo que el acuerdo de paz firmado con Hamas en Egipto huele a papel mojado, a pesar de los deseos de Trump, que aspira al premio Nobel de la paz al presentarse ante el mundo como el gran pacificador. El cinismo es otra de las señas de identidad de estos peligrosos idiotas: sin la complicidad y el apoyo incondicional de Trump a la política de exterminio del gobierno israelí, no habría sido posible el asesinato de más de 68.000 personas en Gaza, de las cuales 20.000 eran niños. ¿Qué se podría hacer para que estos tipos comprendieran la terrible realidad de la guerra, con su trágica secuela de muerte y devastación? Los muertos nunca llegan a las puertas de las residencias oficiales de los mandatarios. No se los va a encontrar el presidente de Israel yaciendo en el vestíbulo o las escaleras de su casa, o formando montones de cuerpos reventados en las aceras de Tel-Aviv o Jerusalén. Posiblemente Trump y su familia no pasearían a sus anchas en su residencia de Mar-a-Logo, ubicada en Palm Beach, Florida, si se toparan a cada paso con cadáveres palestinos todavía chorreantes en sus fastuosos jardines, o flotando en la piscina, o en hileras sobre el césped de su campo golf. Dudo que semejante espectáculo sacudiese las conciencias de este club privado de amigos multimillonarios , pero estoy seguro de que las damas alzarían sus vestidos de Dior y los caballeros andarían con tiento para no mancharse los zapatos de dos mil dólares.


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