Wednesday 15 October 2025
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eldiario - 10 hours ago

Las mujeres al frente del fascismo europeo se enfrentan a la fallida trampa cómica de Las Huecas

La compañía catalana estrena, Risa Canibal, una misa negra sobre el fascismo con Meloni, Weidel, Monasterio (con toques de Ayuso) y Le Pen como invitadas de honorJulia Roberts: “Es curioso que nunca se pregunte por la evolución de los personajes masculinos en el cine” Las Huecas ha estrenado en el Centro Dram tico Nacional Risa Canibal / Riure Canibal, una obra que comienza como un chiste y acaba en un aquelarre un tanto gore y desmedido. Las invitadas a este sabbat negro no son otras que: la italiana Giorgia Meloni, la francesa Marine Le Pen, la alemana Alice Weidel y la espa ola Roc o Monasterio, aunque la actriz, Nuria Corominas, hace que este ltimo personaje tenga claros ecos de Isabel D az Ayuso. Las cuatro prominentes primeras damas del nuevo fascio europeo se ver n encerradas en un cuarto vac o. Cuatro actrices, dos de la propia compa a, J lia Barbany y Nuria Corominas, y dos invitadas de honor, Judit Mart n y Sof a Asencio, interpretan a las l deres pol ticas. Durante treinta minutos la propuesta parece trabajar la comedia cida. Las l deres parecen subnormales. Se ponen narices de payaso que Meloni ha tra do de Estados Unidos, alzan el brazo haciendo el saludo fascista y se sienten liberadas como si estuvieran en una terapia de grupo cutre. El problema de esta Risa Can bal es la distancia. Distancia entre lo planteado y lo conseguido en escena. Esos treinta minutos de acciones, donde las lideresas mostrar n sus dotes expresivas, su pol tica hecha de muecas y teatralidad impostada, no llegan a funcionar. Dec a Jardiel Poncela que en teatro lo que m s importa es que lo que pase en escena funcione. Una verdad que, aun viniendo del gran dramaturgo de la posguerra que nunca trat lo que hab a pasado en su propio pa s, es bastante palmaria. Cuentan que Jardiel escuchaba entre bambalinas en los estrenos. Y que si en el primer acto el p blico no hab a re do lo suficiente, rescrib a el segundo y se lo daba a los actores en el propio intermedio. Buscaba estructuras ascendentes, comedias que se elevaran hacia lo inveros mil, rompiendo as con el naturalismo teatral imperante y llevando al espectador a un asombro l cido tras el que se desvelaba la condici n humana. Las lideresas de la extrema derecha en escena en Risa Caníbal Est claro que Las Huecas no est n en esas. Su aproximaci n es otra. M s pol tica, un tanto m s trash. Pero en esta ocasi n, en la que conf an buena parte de su propuesta a la comedia y la iron a, la nave no va y la distancia con la platea es muy patente. Y ah , como dec a Jardiel, o las cosas funcionan o no hay teatro. La tesis de la obra queda clara. Vemos a unas pol ticas que se han adue ado de las herramientas teatrales, de la comedia, para re rse de todo, para que nada importe. Una vez eres capaz de re rte de la verdad, esta desaparece, llega la impunidad, parece argumentar la pieza. Despu s de esa primera media hora todo se ir extra ando. Meloni acabar arrastr ndose en sus propios orines, Le Pen vomitar en escena y la maleta que portaba la l der alemana empezar a exudar sangre. Todo se extra a y esas risas que las lideresas llevan emitiendo durante toda la pieza ser las que se volver n contra ellas, aniquil ndolas. La propuesta se lleva hasta el final. Todas acabar n muertas, comidas y desgarradas por su propia soluci n. El final es bastante gore, veremos a las l deres de Europa defecar, comerse sus propias heces. Y activista. Incluso la pantalla de los subt tulos se rebelar contras ellas y les lanzar versos del poema Los cobardes de Miguel Hern ndez. Al final una mujer de neandertal (Andrea Pellejero), s mbolo del mito originario del fascismo m s idealista, les aplastar la cabeza con una piedra, las desmembrar y se las comer . La obra est planteada como una venganza en la que se hace tragar al nuevo fascismo el engendro que ellos mismo est n creando. Pero esa violencia, ese ajuste de cuentas po tico, si se quiere, no tensar la escena. Es decir, el cazador, en este caso Las Huecas, no se cobrar la pieza, aunque veamos al enemigo pol tico vejado y destruido en escena. Y es que la iron a, desde Di genes hasta Javier Krahe, es un estilete que se lleva mal con arrastrar por los suelos al adversario. La dif cil cuesta de la creaci n contempor nea Las Huecas llamaron la atenci n desde su primer trabajo, Projecte 92, otra misa negra en contra de un pasado no vivido pero heredado, el de los grandes fastos de 1992, en el que se enfrentaron a todo un pasado, pol tico y teatral, reaccionando y buscando un espacio propio de libertad donde poder estar, crear y ser. Sal an del Institut del Teatre, m s que formadas, deformadas, que dir a Thomas Bernhard. Y desde un primer momento buscaron su propio camino con un discurso nada complaciente, una est tica crinche y dramaturgias donde el texto, el cuerpo, las visuales y t cnicas teatrales normalmente rechazadas por el teatro que se pretende moderno fueron conformando un lenguaje esc nico muy propio. Las Huecas arrastran por el suelo y se ríen de las líderes de la extrema derecha en Risa Caníbal Luego llegar an, Aquellas que no deben morir. Ah comenzaron a llamar los grandes festivales y teatros m s importantes como la Sala Beckett y el Festival Temporada Alta donde estrenaron una pieza juguetona con la autoficci n, De l amistat. Pero este a o, gracias al giro contempor neo de la programaci n del Centro Dram tico Nacional por el cual esta temporada podremos ver los nuevos trabajos de compa as como Edurne Rubio, El Conde de Torrefiel, Cris Blanco o Los B rbaros, Las Huecas pegaban un paso enorme. Estrenaban nueva pieza en el CDN, en la sala Francisco Nieva, no la grande, pero tampoco la m s peque a. A pesar del serio trabajo dramat rgico de la pieza, de ciertos hallazgos como esa maleta sangrante, pura met fora teatral de la mochila que arrastra el fascismo europeo, o de ciertos momentos bien interesantes donde la escena se expande hacia el desastre con una laxitud arrastrada por los propios cuerpos, la propuesta no acaba de imponerse. Aun as , este estreno se revela bien necesario. Apoyar procesos que apuestan por el riesgo, la creaci n colectiva, la b squeda y la experimentaci n de nuevos lenguajes parece inexcusable en una cartelera cada vez m s cauta y entregada al repertorio y la repetici n. Es bueno, en la escena contempor nea, tan dada en ocasiones en caer en t rminos como la nueva sensaci n o el creador provocador , comenzar a entender y acompa ar con normalidad tanto el hallazgo como el equ voco.


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