Tuesday 11 November 2025
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eldiario - 6 days ago

Canallas como los de antes

Pensaba en la figura del fallecido Dick Cheney, que de tan malo y hábil resulta fascinante, mientras veía el interrogatorio del patético Miguel Ángel Rodríguez, nuestro Rasputín de andar por casa. Frente al superpoder del primero, las respuestas de MAR en el Supremo suenan igual de lamentables que sus tuits chulescos o sus amenazas a periodistas Visualiza la escena: Despacho Oval de la Casa Blanca, hacia 1975. El presidente Gerald Ford reunido con su secretario de Estado Kissinger, su responsable de Defensa Rumsfeld, y su jefe de gabinete Cheney. Este ltimo pide la palabra, dice que tiene una propuesta sobre Rusia: Qu os parece si, de manera unilateral, nos ponemos en el pene una peluca en miniatura, salimos as al c sped de la Casa Blanca y nos pajeamos entre nosotros. Ser a como un espect culo de t teres pero mucho m s placentero . Quedan todos pensativos hasta que Kissinger dice: A m me encantan los espect culos de t teres . Y el presidente Ford se suma: Yo digo que lo hagamos . Si viste en su d a Vice, la brutal comedia de Adam Mckay (el mismo director de No mires arriba), te habr s acordado de la escena al saber la muerte de Dick Cheney este martes. Si no, ya est s tardando en ver uno de los mejores biopics pol ticos que se han hecho nunca, el retrato de uno de los hombres m s poderosos y temidos de la historia reciente de Estados Unidos. Por supuesto, la escena relatada nunca sucedi en la realidad. Era la forma caricaturesca de mostrar lo que el narrador de la pel cula llama superpoder de Cheney: su capacidad para hacer que las ideas m s salvajes y extremas sonasen mesuradas y profesionales . El hombre que llegar a a vicepresidente todopoderoso con Bush Jr. a principios de este siglo nunca sugiri salir al jard n con pelucas en el pene, pero s propuso, con la misma seriedad y apariencia de mesura y profesionalidad, invadir brutalmente Afganist n e Irak, o utilizar de manera sistem tica la tortura (el tristemente famoso waterboarding, entre otras) como m todo de interrogatorio en la guerra contra el terrorismo de hace veinte a os. Apodado por sus enemigos Darth Vader, Cheney fue el fontanero jefe de varios presidentes, el cerebro en la sombra en momentos decisivos, l der de los halcones neocon de Washington, mezclando pol tica y negocios petroleros. Un hombre obsesionado con el poder como indica el t tulo de la pel cula, Vice, juego de palabras intraducible: vicio y vice(presidente). Pocos canallas ha habido como Cheney, criado en la escuela de Kissinger, otro grand simo hijo de perra de infausta memoria en Am rica Latina. Pensaba en la figura de Cheney, que de tan malo y h bil resulta fascinante, mientras ve a el interrogatorio del pat tico Miguel A ngel Rodr guez, nuestro Rasput n de andar por casa. Aunque hay paralelismos entre ellos (a los dos los detuvieron conduciendo borrachos, si bien Cheney dej de beber a partir de en los dos entraron muy j venes en puestos de poder -MAR con el primer Aznar hace treinta a os-, los dos comparten la falta de escr pulos y el todo vale para acabar con sus enemigos), Cheney est entre los mayores canallas de la historia, mientras nuestro MAR es un macarra con algo de poder en un tiempo en que canalla es el nombre de cualquier bar de copas (el malismo de Mauro Entrialgo). Sus respuestas en el Supremo suenan igual de lamentables que sus tuits chulescos o sus amenazas a este peri dico (en su largo historial de amenazas a periodistas). Frente a la persuasi n intrigante de Cheney, el nico superpoder de MAR es el dinero p blico para patrocinar medios que le siguen el juego sucio. Hasta para ser malo hay que tener un poco de clase.


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