Monday 3 November 2025
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abc - 8 hours ago

Julia Martín-Maeso ( Rufus T. Firefly ): «Componer con miedo te limita, trabajar con libertad te abre caminos»

Seguir el instinto es vital para una banda. Mucho más, cuando tienes una forma muy concreta de hacer las cosas. Es lo que ocurre con Rufus T. Firefly : el grupo madrileño decidió hace un tiempo que lo mejor era parar, y paró. De ahí, de esa pausa tan necesaria, fueron llegando poco a poco nuevas canciones, pero también ciertos cambios. Algunos pequeños y sutiles, otros de calado, pero todos parecen haber llegado para quedarse. Uno de ellos, por ejemplo, la autoría de Julia Martín-Maeso en la composición de una de las canciones, donde además canta. «Hay muchas demos guardadas que no salieron. Ahora que estoy aprendiendo más y dedicándole más tiempo, me gustaría seguir componiendo . A Víctor también le parece bien, así que puede que sí», responde la mitad de Rufus T. Firefly al otro lado del teléfono, en conversación con ABC de Sevilla, unos días antes de su concierto en Sevilla el próximo 7 de noviembre ( Sala Custom ). Además de su actividad musical, Martín-Maeso también ejerce como profesora de clases particulares de batería desde hace poco más de un año: «Van muy bien, la verdad. Hoy tenía con un adulto, que ayer estuve con niños y fue un poco más complicado, más lento, pero muy bien, es un gusto. No tengo muchísima gente y como cambio mucho las clases por los conciertos, hay muchos cambios, pero bueno, son horarios muy flexibles», confiesa Julia quien, además, admite que alguno de sus alumnos es, también, fan de su música: «Sí. Por ejemplo, la chica a la que le he dado clase hoy. Le gusta mucho Rufus. En las primeras clases venía súper nerviosa, temblando. Yo le decía: No pasa nada, que un día tocarás como yo, o mejor, seguro [risas]». Si los roles se cambiaran y Julia fuera la alumna de alguno de sus referentes, tiene claro a quién eligiría: « Mi batería favorito es Jimmy Chamberlin , de The Smashing Pumpkins. Además está viv y podría hacerlo. Sería increíble, me encantaría». -¿Cómo están yendo los conciertos? -Estamos muy contentos. Empezamos con la gira de cascos [conciertos donde el grupo ofrecía una experiencia mediante auriculares para un público reducido], con un aforos de no más de doscientas o doscientas cincuenta personas, porque queríamos que fueran conciertos íntimos. Separo esa gira de la que estamos haciendo ahora por dos motivos: uno, porque el aforo era más pequeño y el formato con cascos era muy dif y dos, porque el set de los conciertos con cascos era únicamente de canciones del disco nuevo, Todas las cosas buenas . Ahora hacemos un set de dos horas con canciones antiguas y nuevas. Es otro formato. Pero muy contentos, la gente nos está recibiendo súper bien. Llegar a un concierto después de una gira pequeñita y ver que el disco salió hace seis o siete meses y la gente ya se sabe las canciones nuevas mola mucho. -El disco nace tras un parón. ¿Cómo fue esa conversación de «vamos a parar» y cómo surge después la chispa que dio lugar a las nuevas canciones? -A nosotros nos cuesta componer mientras estamos de gira. Hay grupos que pueden hacerlo, pero en nuestro caso es complicado porque, además del grupo, tocamos en otras bandas y Víctor produce. Si queremos hacer algo con un cambio de estilo o sonido, necesitamos parar. Escucharnos a nosotros mismos, ver qué queremos y hacia dónde vamos. Decidimos hace un año y pico parar. Hicimos algún concierto puntual, pero nos centramos en componer. Eso ayudó mucho. A nivel personal, me animé a componer alguna canción también. Tener tiempo libre solo para eso le dio mucha vida y luz al disco. Además contamos con Marc Sastre a la guitarra y amigos que colaboraron grabando arreglos y partes. -Fue un momento también revisar en qué sitios queríais estar y cómo queríais tocar: festivales, salas, etc. -Sobre los festivales... A mí me gustan, pero llegas con un set muy reducido, tienes que hacerlo todo rápido y el público no siempre es el tuyo. Nuestras canciones necesitan tiempo de escucha, no son hits inmediatos. En las salas hay calor, atención, la gente se sabe las canciones. Eso nos gusta mucho. Aun así, disfrutamos de los festivales, pero para todo eso este tiempo de pausa y composición ha merecido la pena. -Ha mencionado su participación en la interpretación y composición de un tema del disco, ¿cómo está siendo llevarla al directo? -Al principio no sabía cómo acercarme al micro. Se lo decía al técnico: «No sé si me acerco demasiado». Además hay un tema donde que canto sola, Canta por mí (versión de El Último de la Fila). En ese tema me levanto, Víctor se pasa a la batería y la toca él. Pero en Ceci n est pas un pipe canto y toco la batería a la vez. Es sobre todo cuestión de acostumbrarte. Mientras canto, se mete la batería por el micro, y es más difícil que salga mi voz. No es tanto que sea difícil, sino que nunca lo había hecho. Todavía estoy aprendiendo. Hay conciertos en los que el técnico me dice: «No estás gritando, estás cantando muy bajito». Y yo le digo: «No sé ni cómo canto» [risas]. Al principio me daba miedo porque me pongo nerviosa y la voz tiembla, pero está saliendo bien. Me siento más segura y me alegra mucho que esté pasando esto. -¿Cómo surge la conversación de incluirla en el disco? -Hace tiempo que Manuel Cabezalí, nuestro productor, me anima a cantar. Me dice: «Tu voz mola, podrías hacer canciones chulas». No necesariamente compuestas por mí, podía ser que Víctor hiciera un tema y lo cantara yo. Pero me daba miedo, porque no soy cantante. Durante el parón, pasé por un momento difícil y me puse a escribir. Un día le dije a Víctor: «No sé cuántas canciones me van a salir, ni si te gustarán, pero quiero intentarlo». Le pasé tres demos y la de Canta por mí . El disco es muy ecléctico y a Víctor le daba miedo eso. Le pasamos todo a Manuel y nos dijo: «Mola, no pasa nada si el disco es ecléctico». Entonces trabajamos dos canciones mías. Ceci n est pas un pipe habla de las adicciones, no solo de drogas, también del amor. De esas adicciones de las que crees que no vas a salir nunca, y cómo con el tiempo, la gente adecuada y buenas decisiones, ves la luz. Habla de cómo, cuando estás en una adicción, todo se camufla y cuando sales te das cuenta de que era una mentira. -Tiene algo de mantra, es pegadiza. -Sí, es una canción esperanzadora. Habla de poder salir de eso. Por eso dice «hoy no soy nada de lo que era», porque de repente ves la luz y estás feliz. -¿Cómo ha sido el proceso de composición? Siendo batería, ¿ha tenido que aprender algún instrumento o partir de una letra? -Compongo parecido a Víctor. Lo último que hago es la letra. Como solo sé tocar la batería, le dije a Víctor: «Tengo que aprender guitarra o piano, vaya movida». Al final, con tres acordes me apaño. Al principio compuse con guitarra y grababa lo que iba saliendo. Luego usé un teclado MIDI que me dejó alguien. Está muy bien porque puedes dibujar notas y corregir errores. Es fácil para quien no sabe tocar. Le pasaba a Víctor melodías y referencias de artistas que me gustaban para que tuviera una guía del sonido. Luego él producía y yo decía: «Esto me gusta, aquí metería esta batería, este teclado con este sonido, una guitarra limpia con arpegio…». Poco a poco. Partía de improvisaciones. Si una combinación de notas me gustaba, la guardaba y creaba a partir de ahí. Luego Víctor lo producía y le daba vida. Las demos eran muy sencillas: voz y teclado o voz y guitarra, con algunos arreglos que hacía en Logic, como podía. -El disco es ecléctico y recoge pinceladas de los discos anteriores, como una fotografía del momento del grupo. ¿Crees que ese eclecticismo y esa libertad pueden marcar vuestro camino a futuro? -Es interesante. Nos daba miedo que la gente no entendiera el disco por ser tan ecléctico. Pero ahora vemos que les gusta y lo acogen bien, aunque haya una canción más electrónica y otra más tipo The Smiths. Eso nos da libertad para hacer lo que queramos en el futuro. Componer con miedo te limita mucho. Trabajar con libertad te abre caminos. Por ejemplo, escucho el último disco de Tame Impala y pienso: «Ha hecho lo que ha querido». Nosotros también queremos eso. En este disco hay canciones con mucha luz y otras más oscuras, que evocan a los Rufus de hace 10 o 15 años. Me ha gustado volver a eso, a lo que hacíamos antes, que era muy nuestro y nos daba la vida. -Vuestro productor desde hace años es Manuel Cabezalí, ¿cómo ha sido la producción de este disco y cuál ha sido el mayor reto? -Manuel es un miembro más de Rufus. Una de las cosas que más valoro de él, además de ser un productor y músico increíble, es su cercanía y sinceridad. Cuando trabajas con alguien que te dice sin problema «esto no funciona» o «esto es una mierda», te da seguridad. Es muy objetivo y eso nos ayuda mucho. Es casi un psicólogo. Buscamos otros productores, pero al final decidimos que Manu era quien debía hacerlo. Víctor y él trabajan muy bien juntos. En el disco anterior lo mezcló Kennie Takahashi, que trabaja con Danger Mouse y muchos artistas, pero la comunicación no es lo mismo. Trabajar con alguien de confianza, en casa, tiene un valor enorme. Este disco merecía eso. -Vuestras canciones están hechas para escucharlas con calma. Hoy en día cada vez es más difícil conseguir eso, hay mucha influencia del algoritmo, de los reels, de las playlists… ¿Cómo percibe todo esto, desde su experiencia? -Se nota en todas las artes. Los artistas estamos muy influenciados por las redes, los comentarios, los hits. Pero nosotros intentamos ser nosotros mismos. Está bien escuchar un single, pero yo necesito escuchar un disco de principio a fin, entender los interludios, el orden. Y eso, cuando lo haces, se nota en el directo. Ir a un concierto y que una banda toque solo hits puede estar bien a veces, pero ver a una banda que cuida su música, que pone cariño y no se guía por las tendencias, es mucho más bonito. Intentamos seguir nuestro camino, ser honestos con nosotros y con el público. Llevamos muchos años y la gente nos conoce. Saben que hacemos lo que sentimos. -Siguiendo esa línea de cuidar a quienes dedican su dinero y tiempo en comprar y escuchar el vinilo, habéis incluido una canción inédita, como regalo a los que os siguen. ¿Cómo fue esa decisión? -Lo hicimos porque hacer un vinilo es un trabajo duro. Pensamos que si la gente lo compra, debía haber algo exclusivo que no estuviera en digital. Por eso incluimos una canción inédita. Y ahora que lo mencionas, también hablamos de posibles colaboraciones, pero decidimos que no. Yo quería que mi disco fuera mío. Esto que está de moda de meter a otro artista en tu disco no me gusta. Si haces una versión conjunta o una colaboración posterior, vale. Pero incluir a alguien en mi disco me quita intimidad. Se lo dije a Víctor: de todos los grupos que nos gustan, dime cuál tiene otro artista cantando en su disco. Nirvana, que eran coetáneos de Smashing Pumpkins, ¿tienen a Kurt Cobain cantando con ellos? No. Es raro. Al final esas colaboraciones suelen tener otro propósito: llegar a más gente, tener más seguidores. Y eso me saca totalmente. -El título del disco es Todas las cosas buenas . De lo que lleváis de gira y de todo lo vivido, ¿cuáles diría que son esas cosas buenas que os está regalando este disco? -Ver que los fans son incondicionales y están entendiendo el disco como nosotros. Pero sobre todo, la familia que estamos creando dentro del grupo. Antes ya éramos familia, pero ahora la complicidad en el escenario es increíble. Paso más tiempo con ellos que con mi familia. Lo hablo mucho con Manola: «Me encanta estar con vosotros, sois como mis hermanos». Cuando pasas tiempo, hay respeto, te cuidas y te cuidan. Eso no tiene precio. Solo pasa si hay tiempo para convivir. Este proceso está siendo precioso. Tenemos una familia que es un regalo.


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