abc - 6 days ago

Los escándalos del Príncipe Andrés continúan dando qué hablar y, sin duda, han salpicado a la monarquía británica, sobre todo, a la casa de York. Las nuevas revelaciones sobre su relación con Jeffrey Epstein y la publicación de los correos y documentos entre ambos, han vuelto a sacudir los cimientos de Buckingham. Hace unas semanas, el Rey Carlos III se vio obligador a intervenir en la situación, su hermano debía renunciar a todos los honores y títulos honoríficos. Así lo confirmó el comunicado oficial del palacio, que, aunque habla de «títulos inactivos», supone en la práctica una marginación pública. El detonante fue la aparición de las memorias póstumas de Virginia Giuffre —la mujer que acusó al príncipe de agresión sexual y que se suicidó el pasado 25 de abril—, un libro que reavivó un escándalo que parecía dormido. En medio de la tormenta, las únicas figuras que parecen mantenerse a flote son las princesas Beatriz y Eugenia, hijas del exmatrimonio. Ellas representan, por ahora, la cara respetable de una familia señalada por la polémica. Según publicó en exclusiva The Times , el monarca ha sido tajante: sus sobrinas conservarán su estatus y sus títulos, ajenas al derrumbe de sus padres. «El desafío para ellas consiste en preservar la neutralidad, distanciarse sin romper los lazos familiares y mantener intacta su credibilidad personal», explica María José Gómez y Verdú, experta en protocolo y etiqueta, en entrevista con El País . «Cuando el ruido mediático crece, la discreción se convierte en una virtud comunicativa», añade. Esa prudencia se ha convertido en su escudo. Desde que se conoció la decisión de Buckingham, ambas hermanas han reducido al mínimo sus apariciones públicas. Cancelaron su asistencia al Pink Ball, el evento que aspiraba a convertirse en la MET Gala londinense, y han preferido refugiarse en actos discretos de carácter solidario o cultural. Su estrategia es clara: mantenerse visibles, pero lejos del foco. «El rey quiere mucho a sus sobrinas. No han hecho nada malo y, de hecho, son un orgullo para la familia. Le interesa que Andrés deje de usar este título sin que ello afecte a las princesas», aseguró Robert Hardman, autor de Isabel II: Vida de una reina , en declaraciones al citado medio. Sin embargo, la presión política no cesa: cada vez más voces reclaman que se le retire definitivamente el título al Príncipe Andrés, algo que podría tener consecuencias directas para sus hijas. «Si lo hacen, será más difícil para ellas, porque eso supondría, en la práctica, eliminar su apellido», advierte Hardman. Aunque en público rara vez se las ve junto a sus padres, Beatriz y Eugenia continúan siendo una familia unida. «Cuando se reúnen, siempre es muy en privado. Al Príncipe Andrés se le ve muy raramente, es muy esquivo. Creo que entiende que no es bueno para nadie que se le vea con ellas», apunta el escritor real. Esta misma semana, Beatriz fue vista saliendo de Royal Lodge , la residencia de 30 habitaciones en Windsor donde sus padres siguen viviendo y que, según algunas fuentes, también podría verse comprometida si continúan las investigaciones. El papel de las princesas de York cobra ahora una importancia especial para la monarquía. No forman parte del llamado «núcleo duro» de los Windsor, pero sí son miembros valiosos en un contexto de bajas y enfermedades dentro de la familia. «El monarca mantendrá una política de prudente protección: no las incorporará plenamente a la agenda oficial, pero tampoco las marginará. Aparecerán en actos benéficos, culturales o de apoyo a causas sociales, siempre en línea con los valores que se esperan de una royal británica«, señala Gómez y Verdú. Queda por ver qué postura adoptarán a partir de ahora. La incógnita más inmediata es si acudirán a Sandringham esta Navidad junto al resto de la familia, de la que sus padres están excluidos. Decidan lo que decidan, Beatriz y Eugenia de York parecen haber entendido la lección mejor que nadie: en tiempos de crisis, la discreción no solo es elegancia, también supervivencia.

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