Thursday 16 October 2025
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abc - 13 hours ago

Una psicóloga advierte: «Cuando un adulto grita, el niño no aprende, no escucha… simplemente intenta protegerse»

Que un adulto pierda los nervios con un menor es algo más habitual de lo que parece pero, ¿ qué pasa en el cerebro de un niño cuando un padre grita ? Parece evidente que en una situación así el adulto está desregulado, pero es importante saber qué pasa al otro lado. Tal y como explica Sonia Martínez. fundadora y directora de los Centros Crece Bien, «cuando un adulto grita , el cerebro del niño reacciona como si hubiese una amenaza real. Su sistema nervioso entra en alerta: el corazón se acelera, se activa la respuesta de lucha o huida y el foco pasa del razonamiento a la supervivencia emocional. En ese estado, el niño no aprende, no escucha … simplemente intenta protegerse «. Por eso, advierte esta experta, «es tan importante no confundir obediencia con aprendizaje. Puede que deje de hacer lo que estaba haciendo, pero lo hace desde el miedo, no desde la comprensión. Y eso no construye. Lo que sí construye es reparar , volver a conectar y dar ejemplo de regulación emocional «. Quienes reconocen haber gritado a sus hijos, a menudo lo hacen desde la culpa... ¿Sirve de algo? ¿Para replantearse cómo enfocar estas situaciones en el futuro? ¿Qué pasa cuando se repite una y otra vez? La culpa, en su justa medida, puede tener una función positiva: nos avisa de que algo no ha ido como queríamos. Pero no debería instalarse como un castigo permanente. De hecho, cuando nos quedamos atrapados en la culpa, nos bloqueamos, nos exigimos perfección y, paradójicamente, tenemos más riesgo de volver a estallar. En cambio, si usamos esa culpa como una brújula emocional –es decir, ¿qué puedo hacer diferente la próxima vez?– entonces estamos aprendiendo. El problema no es equivocarse una vez, ni dos… el problema es no parar a mirar qué necesitamos cambiar. ¿Qué ocurre cuando los gritos son la tónica habitual en un hogar? Si vemos que se repite a menudo, es una señal de que algo está desbordando . Tal vez necesitamos apoyo emocional, cambiar dinámicas familiares, revisar nuestras exigencias... A veces, lo más valiente no es aguantar, sino pedir ayuda. Existe la sensación de que hoy se grita más que antes. ¿Es que ahora hay más estrés, tenemos menos paciencia...? ¿Qué pasa? Lo cierto es que, aunque cada época tiene sus retos, hoy vivimos en un entorno con más sobrecarga mental, más presión laboral, menos red de apoyo y una mayor exposición al «cómo deberías educar». Además, ahora tenemos más conciencia emocional y queremos hacer las cosas mejor. Esa búsqueda constante de ser «buenos padres o madres» también nos hace más exigentes con nosotros mismos. Y cuando se junta la exigencia con el cansancio, la paciencia se desgasta. Nuestros padres seguramente también perdieron los nervios, pero no se hablaba tanto de ello. Hoy lo visibilizamos más, lo analizamos más… y eso, aunque a veces agota, también es una oportunidad preciosa de hacer las cosas de otra forma. Criar a un niño con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), TEL u otras dificultades puede ser un reto enorme para muchos progenitores... ¿Qué les recomendaría a estas familias? Sí, criar a un niño con necesidades específicas puede ser emocional y físicamente más exigente. Y no, no hay fórmulas mágicas. Pero sí hay estrategias que ayudan. La primera es recordar que no somos máquinas de paciencia infinita. Somos personas. Y necesitamos cuidarnos para poder cuidar. A veces, eso implica delegar, pedir ayuda, parar cinco minutos antes de estallar o simplemente reconocer que hoy no llego a todo. Otra estrategia muy potente es anticipar. Cuando conocemos bien las dificultades de nuestro hijo o hija, podemos prever qué situaciones van a ser difíciles, cómo prepararlas, qué herramientas tener a mano (respiración, humor, señales visuales, apoyo visual...). Y sobre todo, darnos permiso para equivocarnos. Acompañar a un niño con TDAH, TEL o discapacidad no es un camino perfecto, pero sí puede ser un camino lleno de amor, aprendizajes y conexiones profundas… incluso cuando hay gritos, lágrimas y momentos de caos. Lo importante es saber volver a conectar después. Porque ahí está el verdadero poder de la crianza.


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