Thursday 13 November 2025
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eldiario - 9 days ago

Batalla política en el Tribunal Supremo

El segundo día del juicio al fiscal general nos recuerda que no estamos asistiendo a un acto de justicia, sino de política. Incluso nos ha regalado el descaro del presunto defraudador que dice que Hacienda la tiene tomada con él por no aceptarle varias facturas falsasEl Colegio de Abogados en el juicio al fiscal general: El convidado de piedra A veces la basura solo sirve para tapar otra basura. En 2024 se supo que un tal Alberto Gonz lez Amador hab a presentado presuntamente decenas de facturas falsas para ahorrarse pagar a Hacienda por los dos millones de euros que hab a ganado como comisi n traficando con mascarillas y bienes m dicos durante la pandemia, mientras miles de compatriotas mor an asfixiados en los hospitales o en sus residencias. Nada que sorprenda a nuestra sociedad, tan curada de espantos. Sabemos que cuanto m s gana alguien, m s miserable tiende a volverse. Quien se hace millonario aprovechando una circunstancia tan tr gica como la epidemia de Covid no es extra o que intente tambi n presuntamente enga ar a Hacienda para ahorrarse los impuestos. El caso, que a n no ha sido siquiera juzgado, habr a quedado ah . Uno m s de tantos pillos con poca tica que ensucian los negocios y la vida p blica no hace la diferencia. La diferencia, sin embargo, es que en esta ocasi n el supuesto empresario es nada menos que la pareja de la l der del Partido Popular en Madrid, Isabel D az Ayuso. Al saltar la noticia del fraude, el entorno de la presidenta tuvo miedo de que su carrera pol tica se viera afectada. Al fin y al cabo, ella vive precisamente en un piso comprado por l con lo obtenido por sus comisiones y los beneficios de no pagar a Hacienda. El caso sonaba lo bastante mal como para que el entorno de la lideresa conservadora buscara urgentemente alg n mont n de basura que tapara el hecho objetivo de su cercan a, incluso f sica, con la corrupci n y la falta de tica. Su jefe de gabinete, Miguel A ngel Rodr guez, se invent un bulo: que la Fiscal a hab a ofrecido un pacto al presunto defraudador para no llegar a juicio, pero el Gobierno hab a obligado a que los fiscales retiraran ese pacto, buscando un juicio espect culo contra el novio de Ayuso. As , los medios subvencionados por la Comunidad de Madrid y los que est n directamente bajo su control pod an soslayar temas como el supuesto fraude a Hacienda o las comisiones desproporcionadas a cambio de mascarillas y centrarse en hablar de c mo el Gobierno utiliza la Fiscal a para sus intereses pol ticos. Inventar un esc ndalo inexistente para tapar a otro real. Era una jugada pol tica y la pol tica es como el ajedrez: a cada jugada de un bando, responde otra del contrario. El encargado de mover ficha fue entonces el propio fiscal general del Estado, que se ve a atacado por un bulo que pon a en duda su honorabilidad. Lo hizo mediante una nota de prensa en la que aclaraba la verdad: ni hab a orden pol tica alguna ni hab a sido la Fiscal a quien ofreci el trato el propio novio de la presidenta madrile a, a trav s de su abogado, el que propuso confesar su delito a cambio de una pena m s leve. La nota de prensa hac a evidente que el supuesto empresario estaba dispuesto a confesar su fraude a Hacienda. As que de nuevo le toc jugar a los partidarios de Ayuso, intentando evitar como fuera que en la opini n p blica se hablara demasiado de los presuntos delitos de su compa ero. Lo hicieron denunciando al fiscal general por haber contestado. Y puesto que la nota de prensa era informaci n veraz constitucionalmente protegida, solo pudieron ir contra l con otra invenci n del inefable jefe de gabinete: que aparte de esa nota, el fiscal general en persona hab a filtrado a la prensa un documento privado como es, en su opini n, el correo enviado por el abogado del presunto defraudador. Como otras ocurrencias de Miguel A ngel Rodr guez, esa acusaci n no ten a m s base que su propia intuici n. Las canas, como dice l. La batalla entre los partidarios de Ayuso, deseosos de tapar el tema del fraude a Hacienda, y los del Gobierno, que se ven bombardeados con bulos, es pol tica, no jur dica. Sin embargo, en esa fase, una vez que se present una querella, los peones de la derecha ya no eran solo periodistas comprados y serviles. Eran los jueces. En concreto, la derecha judicial. En una discusi n de bar cualquiera puede elucubrar acerca de qui n filtr el famoso correo. En la doctrina jur dica puede discutirse con diversos argumentos si es o no delito. Pero los jueces del Tribunal Supremo, convertidos consciente o inconscientemente en actores pol ticos, han decidido ir m s all . A pesar de que no hay ninguna, absolutamente ninguna, prueba en su contra se han lanzado a la disparatada espiral de juzgar al fiscal general del Estado. Suj tame el cubata. Y claro, cuando te metes en una batalla pol tica, aunque seas juez, no haces prisioneros. Vas a deg ello y prescindes incluso de las normas m s b sicas. Si alg n actor jur dico quisiera indignarse por este juicio que acaba de empezar, tiene muchas razones para hacerlo. Un instructor que ha montado una causa sin prueba una acusaci n que, prescindiendo de la presunci n de inocencia, utiliza como principal prueba de cargo el desconocer unos supuestos me incluso un tribunal de composici n m s que dudosa: los mismos jueces que ratificaron la discutid sima instrucci n viendo y valorando los indicios reunidos, ahora se sientan en el tribunal que va a valorarlos. Poco importa que la jurisprudencia europea y espa ola insista en que el juez que ha participado en la instrucci n no puede ser el que juzgue sobre el fondo, porque eso vulnera la garant a de imparcialidad judicial. M s madera, que es la guerra, y a tomar por saco las garant as procesales. En esta guerra parece que desgraciadamente ya no hay juristas, sino soldados. Jueces y fiscales conservadores, de esos que odian a Pedro S nchez y por contaminaci n a su fiscal general del Estado, andan escandalizados con el juicio. No con la acumulaci n de disparates procesales, sino con el propio acusado. Algunos, anticipando el juicio, lo dan por culpable y lo tratan de delincuente. Otros, m s razonables, lo acusan de no haber dimitido y exponer a la instituci n al bochorno de verse sentada en el banquillo de los acusados. Hay muchos molestos con la imagen que el juicio da de la justicia espa ola. Aunque no tienen valor para se alar al culpable, y lo que les molesta no es la realidad de la justicia, sino que sus miserias se exponga en p blico. Del primer d a de juicio destacan el chascarrillo de una fiscal jefe que dej caer que solo trabaja por las ma anas. Al parecer fue un lapsus y corri a rectificar diciendo que por la tarde tampoco descansa. Tambi n el arrojo de un juez poco riguroso que puso en boca de esa misma fiscal jefe palabras que ella nunca hab a dicho. El salseo judicial no gusta a los togados, temerosos de que el resto de la sociedad imagine la realidad de su gremio. El segundo d a nos recuerda que no estamos asistiendo a un acto de justicia, sino de pol tica. Nos ha tra do a jefes de prensa indignados por los bulos y a otros reacios a rebatirlos si tienen su origen en quien les paga el jornal. Tambi n las actuaciones siempre divertidas de Miguel A ngel Rodr guez, que confunde sus intuiciones pol ticas con la verdad de las cosas. Incluso nos ha regalado el descaro del presunto defraudador que dice que Hacienda la tiene tomada con l por no aceptarle varias facturas falsas, una de las cuales ascend a a casi un mill n de euros. El pobre se lamenta de que si al final se demuestra que enga a Hacienda la gente lo tome por delincuente. Qu esc ndalo. Mucho salseo, pero hasta ahora ninguna prueba ni indicio siquiera de que el fiscal general del Estado haya cometido delito alguno. Parece que al fin y al cabo eso es lo menos importante. La batalla, aunque se libra en las salas del Tribunal Supremo, no es jur dica sino pol tica.


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